Hace quince años quedábamos con nuestros amigos días antes, utilizábamos las cabinas para contactar con la gente cuando estábamos en la calle y los mensajes de texto... era algo que ni siquiera una servidora podría imaginar.
Internet empezaba a formar parte de nuestras vidas, pero como algo lejano, era algo con lo que podíamos contactar con otras personas y obtener información sobre multitud de asuntos. Cuando alguien se compraba una casa, lo siguiente era la compra de una
enciclopedia por tomos que lucía en las librerías de los comedores.
Hoy todo es diferente, al llegar a casa, lo primero que hago es encender
mi portátil y consultar mi
correo electrónico, visito las diferentes
redes sociales a las que pertenezco por si tengo algún mensaje, escribo lo que he hecho en
twitter y ante cualquier duda o curiosidad:
google. El
santo buscador donde todo es posible.
Por otro lado,
nunca salgo a la calle sin mi móvil (bueno, o casi nunca, porque debido a mi mala cabeza
más de uno se ha llevado un cabreo alguna vez).
Todo el mundo tiene, al menos, un teléfono móvil. Según las encuestas
en España hay más móviles que personas, lo que debería ser preocupante. Si el exceso de información es
infoxicación, el exceso de tecnologías sería... ¿tecnoxicación? yo lo sufro, fijo.
Ahora podemos llevar el ordenador y el teléfono en el bolsillo reunidos en un todo. Son teléfonos de nueva generación como el
Iphone de Apple que causa euforia ya que parece ser un objeto divino digno de admirar gracias a su gran abanico de posibilidades. Mi buen amigo
Luis podría darnos alguna charla sobre las maravillas de su Iphone, y la
marquesita tampoco se quedaría atrás.
Google también se ha subido al carro de los teléfonos de última generación y saca al mercado su propio modelo:
Android.
Un sistema operativo que incluye las aplicaciones de Google search, You Tube, acceso a tu cuenta gmail, almacenamiento de contactos, calendario, poder visualizar y almacenar tus eventos y chat entre otras muchas cosas.
Está visto, llegamos a una nueva era en la que desde el teléfono todo es posible...
¿Quién iba a decir todo esto hace quince años?
qué razón tienes. Hace 15 años todo era distinto, y aún así, hacíamos la misma vida ;)
Me hace gracia lo que comentas en tu post sobre lo que haces cuando llegas a casa. Has descrito exactamente lo mismo que hago yo... y si me voy de fin de semana y no leo el correo en dos días, no dudes en que es lo primero que hago al regresar... ¿Estaremos majaras?
Anónimo
27 de septiembre de 2008, 20:24