De Benidorm a Blackpool



Durante mi estancia en Inglaterra he estado en infinidad de lugares, he visitado ciudades diferentes, he visto a todo tipo de ingleses... pero esta semana he estado en el lugar que me ha llevado a comprender algunos de los interrogantes que tenía respecto a Benidorm: Blackpool.

He crecido en Benidorm, y me siento muy orgullosa de ello, podría pasarme horas convenciendo al más pintado de que es mucho más que una ciudad turística y ahora estoy más segura que nunca, tras mi paso por Blackpool.

Si alguna vez te has dejado caer por la conocida 'zona guiri' de Benidorm, seguramente te haya llamado la atención más de una cosa... Personas disfrazadas con atuendos imposibles, tiendas al más puro estilo 'chiringuito' haciendo uso del retranqueo y con extraños objetos a la venta, gente bebiendo cerveza desde primera hora de la mañana y carteles anunciando shows difíciles de imaginar. Pues bien, Blackpool es mucho más.

Ver para creer. Una ciudad hecha únicamente para el disfrute de los ingleses juerguistas. Su costa comienza con una réplica de la torre Eiffel que no es otra cosa que una sala de juegos inmensa y, al final de la playa, una enorme montaña rusa.



Entre tanto, durante tu paseo te vas encontrando con un minigolf, una noria, carruseles, un parque acuático climatizado, casinos, salas de apuestas y subastas, tiendas de disfraces, pubs pubs pubs y más pubs, un acuario, puestos de algodón de azúcar denunciables a la OMS... y todo esto amenizado con travías en forma de barcos a los lados de la carretera, burros carreando a ingleses encantados de haberse conocido por la orilla de la playa, decenas de carros de caballos lidiando entre los coches... y un aroma peculiar producto de la buena alimentación de los percherones que te deja un recuerdo perenne de la ciudad.

Y como si Blackpool viviera en fiestas patronales, las farolas las decoran sirenas, cabareteras, cámaras de fotos, luces de colores y banderines que alegran el día a los domingueros que se dejan caer por allí cuando el sol dice de salir.

Ahora vuelvo a Benidorm y cuando pasee por la calle Mallorca, pensaré: ¿por qué no? si a ellos esto les hace felices, bienvenido sea.

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