Mi vida en Chile

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Durante los últimos seis meses, en mi aventura chilena me he encontrado con muchas personas que se han encargado de enseñarme todo lo que sé sobre la cultura chilena.

Todos los días me encuentro con cosas que cada vez me van resultando más cotidianas. He aprendido a vivir, a entender y a querer una cultura muy diferente a la mía, que me ha enseñado a valorar mucho más lo que tengo y a compartir hasta lo que no tengo.

He aprendido a orientarme mirando las montañas que me rodean, que los Andes siempre me indican que... por ahí se va a España, que detrás de esas preciosas montañas nevadas, si ando y nado unos 13.000 kilómetros, mi gente me espera con los brazos abiertos.

Pero antes, tengo que quedarme un ratito más por aquí, porque además de aprender casi todo lo que sé sobre comunicación digital, he aprendido cosas inimaginables que tengo que contar en mi hemisferio.

Mientras, por si se me olvida algo a mi regreso... aquí les cuento algunas cosas que deben tener en cuenta todos aquellos que pretendan venir a visitarme.

El “¿me entiendes?” o “sabes” se ha convertido en “¿cachai?”

Las cosas no se hacen ahora mismo, se hacen “al tiro”

Es incomprensible que las cosas me hagan ilusión! Puede que sea una ilusa de la vida.

Ya no uso camisetas, uso poleras, las sudaderas son polerones y las rebecas o jerséys son chalecos... Los chalecos de toda la vida han dejado de tener sentido, porque no encontré a nadie que supiera su nombre en chileno, los hombres con frac no usan pajarita, usan humita. Las chanclas son para quien no quiere que le pisen, en verano se usan las chalas.

En mis ojos... los lentes.

El Danup es leche cultivada.

Los completos o italianos, son la raja. (Salchichas -vienesas- con palta, tomate y mayonesa)

No me gustaban las verduras.. pero ahora no concibo un sandwich sin palta, aguacate, pero chafadito y con sal. Si voy a la verdulería, cambio calabacines por zapallos italianos; el pimiento es pimentón; los picantes, ají; el maíz, choclo; las judías, porotos y la palta... que no falte.

Pero si me decido por la fruta, los melocotones ahora son duraznos; los albaricoques, damascos; las fresas, frutillas... y ahora es común decantarme por jugo (que no zumo) de papaya, chirimoya, mango o frambuesa. Jugos que puedo comprar (si mi escrúpulo me lo permite) en cualquier esquinita.

En la salida del metro, alguien te vende sushi artesanal o todo tipo de bocadillos.

En la calle, la señora de las ensaladas tiene preparadas un sinfín de bolsitas llenas de lechuga con todo tipo de agregados que pueden sacarte del apuro, el día de régimen por 400 pesos.

El pastel de choclos, las humitas y las empanadas de pino son obligatorias. Que no te guste la cebolla, ni el huevo duro, ni el maiz... ¡Es pecado mortal!

Cuando el semáforo está en rojo, todo es posible. Vendedores de fruta, de parches curita (tiritas) asaltan las ventanillas, malavares, torres humanas, bailes y limpiacristales por la voluntad.

Si se me olvida un bolígrafo... en el bus de camino al trabajo un vendedor de autobuses me va a vender un pack de cinco bolis por veinte durillos.

Helados, chocolatinas, cepillos de dientes, piedras pomez, set de agujas e hilos, alfajores. Todo es posible en el autobús. Un viaje de 15 minutos de casa al trabajo se transforma en toda una aventura en la que te cantan, tocan todo tipo de instrumentos, un payaso te cuenta un chiste, un mimo te saca una sonrisa o alguien te convence de los poderes medicinales de las pulseras magnéticas.

La chirimoya es el sabor favorito para helados, yogures, batidos e incluso licores.

Me encantan los cuchuflís, los alfajores rellenos de manjar y los mendocinos. ¡Bendito manjar!

El ron/vodka con fanta de naranja es una barbaridad que clama al cielo... Sin embargo hay que tomar piscola (pisco con coca cola) ¡todo el rato!

No es muy normal pedir fanta de limón. Pero sí lo es pedir fanta Uva o fanta Frutilla.

Los cacahuetes no existen... aquí hay maní.

No hay barras de pan ni bocadillos, si quieres te haces un sandwich, pero elige entre marraqueta, frica, hallulla o pan de molde.

En Chile hay temblores de tierra, todos los días, y es normal... pero no son terremotos, porque el terremoto te lo bebes (vino blanco con helado de piña).

Si quiero tener suerte, debo apostar a la polla... ¿y creía yo que el Gordo de Navidad era lo máximo? Lo máximo es hacer cola en un establecimiento de lotería para intentar ganar la Polla Chilena de Beneficiencia.

Ya no me canso o me encuentro mal, “quedo pa la cagá”; pero si me encuentro genial, “estoy pal pico”.

¡NO se dice TETA ni CULO! Es pechuga y poto.

NO se coge NADA, se toma o se agarra. Está feo coger a tu amiga en el metro para que no se caiga... sépanlo ustedes.

Los weones wevean todo el rato con las weas.

El PO sigue a cualquier afirmación. ¿Por qué? Porque esto es Chile PO.

No se pregunta ¿qué tal? Se pregunta ¿Cómo tay?

La tercera persona del plural es siempre motivo de imitación. Vosotros no sois chilenos... ustedes son chilenos.

No se me pega el acento, ni creo que pase, sigo utilizando mi C y mi Z al más puro estilo español, añoro España, pero ¡Chile es bakán!